Está lloviendo. Era un día triste, se notaba que estábamos
en invierno, y mi madre para variar no mejoraba las cosas. Yendo de camino a casa, dejó caer que me iba
de viaje de estudios a Alemania durante una temporada. No discutimos sobre el
tema, ya que yo misma le había propuesto la idea hace un par de meses, sabía
que en realidad sería buena idea. Lo único que me reconfortaba era saber que no
me iría sin antes, haberme ido de acampada.
-Dos semanas más tarde-
Por fin había llegado la deseada acampada, que llevábamos
planeando desde antes de vacaciones de Navidad. Una vez todo dispuesto y
preparado salimos hacía el campo donde pasaríamos todo el fin de semana. Al
llegar, empezamos con las cosas donde mi madre ayudó bastante. Mientras mi
madre, yo y mis amigas montábamos la tienda, los otros iban a recoger leña para
el fuego, así terminaríamos antes. Mi madre se fue rápido. Cenamos y empezamos
con la rutina, encender el fuego, hablar sacar fotos… salvo que esta vez, fue
diferente. Roberto, como era previsible, dijo de jugar a la botella y por
supuesto, fue la mejor idea de la noche. Mientras Marisol vomitaba, yo me
enfadaba, reía y lloraba (sí, todo a la vez) y el resto jugaban, pasó la noche.
A la mañana siguiente, me desperté en el sofá de la caravana. Al verme allí
tumbada no pude evitar tener un vago recuerdo de lo que había pasado anoche
había sido la acampada más patética que había vivido, eso no ayudo demasiado
para intentar reconfortarme después de enterarme de que me alejaría de todo
esto durante un tiempo. Llamé a mamá con sueño, para viniera a recogerme. No
tardó mucho. Subí junto a Paula y Marisol y nos fuimos, sin despedirnos de
nadie. Llegando ha la ciudad, en una pequeña rotonda había un chico guapísimo
sacándose una camiseta blanca básica. Era un chico alto, moreno, pelo rizado,
muy rizado, unos ojos verdes penetrantes y una preciosa y pícara sonrisa.
Delante suya, tenía un mini cooper azul cielo, con otros cuatro chicos
realmente guapos en su interior. Mientras yo me deleitaba con esas vistas, mis
amigas iban cantando al son de la radio. Pero yo, estaba totalmente distraída
con aquel chico, me daban ganas de conocerlo, de saber quien era. Unos 25
minutos más tarde, habíamos dejado a Paula y a Marisol en su casa, me había
duchado, vestido y acostado. Había sido un día muy largo, quería descansar.
Además mañana, era lunes y debía ir al instituto. Las dos semanas que quedaban
para irme se me hicieron muy cortas aunque había tenido muchos exámenes. Por
fin llegó el día de irme a mi ansiosamente deseado viaje de estudios a
Alemania. Era domingo, el día que cogia el vuelo y ya llegábamos tarde, como
siempre.
-¡Mamá! ¡Llegamos tarde! Voy bajando ya, oye… ¿has visto a
papá? ¿He puesto el cargador del móvil en la maleta? ¿Sabe Margarita a que hora
llego? Oh dios… ¿Y si pasa algo? ¿Y si nos estrellamos? ¿Y si cancelan el
vuelo? ¿Si se retrasa?
+ ¡Giovanna relájate! Papá esta de camino al aeropuerto, si
lo has puesto en la maleta, sí, sí que sabe a que hora llegas y si se retrasa
la avisaré. ¡¿Como va a pasar algo?! No te preocupes de nada, solo piensa en lo
bien que te lo vas a pasar y en que es una buena experiencia para ti. Relájate
y baja al coche, Valeria ya esta abajo, ¡ah! Llévate una de las maletas al
coche y métela en el maletero.
En cierto modo mi madre tenía razón, tenía que relajarme.
Cada vez que viajaba me pasaba lo mismo, me ponía tan nerviosa que me asustaba,
pero al final todo salía bien. Mi madre no tardo en bajar con la última maleta
y partimos hacia el aeropuerto. Allí vi a mi padre, feliz por mí pero triste
porque no me vería en un par de meses. Me presentaron a mi acompañante de vuelo
(Ya que soy menor). Tatiana, así se llamaba. Nos fuimos pronto, para llegar
antes y no tener que hacer cola, pero yo
no debía hacerlo. Con que le enseñara a todo el mundo mi credencial, me dejaban
pasar. Yo no tenía que hacer colas, siempre entraba la primera a todos los
sitios. Hasta que por el micrófono se escucho: Tin, tin, tin “Señores pasajeros
del vuelo AB2595 diríjanse a la puerta de embarque A29 en la parte noreste”
-Dos horas y veinte
minutos más tarde-
Acabamos de aterrizar, tenía esa sensación de cosquillas en
el estomago que siempre siento cuando viajo. Tuve que bajar la última junto a
Tatiana. Salimos, me compré un par de libros, discos, ropa y recuerdos de las
típicas tiendas de aeropuerto. Salimos, me acompañó hasta donde estaban
Margarita y Araceli esperándome. Fui con ellas. Nos abrazamos, hace tanto
tiempo que no nos veíamos… éramos amigas del alma desde que nacimos. Hacía
mucho frío y estaba nevando. Al llegar a casa cenamos, me duché y nos fuimos a
dormir, había sido un día muy largo y mañana me esperaba otro igual.
Las primeras semanas
fueron muy duras pero poco a poco tenía una rutina junto a Araceli y mi nueva
amiga Alexis. Íbamos al instituto, flamenco por las tardes, hacíamos los deberes,
y nos íbamos a ver una peli, a tomar
chocolate caliente o a patinar sobre hielo y jugar con la nieve. Nos habíamos echo
bastante intimas, pasábamos los día juntas, mañana y tardes y alguna que otra
noche. Los meses se pasaron volando, le había escrito un par de veces a mi
familia y amigas, pero mis amigas jamás me respondieron. Supongo que aun estarían resignadas por irme sin avisar. Pero
en Alemania todo era maravilloso, no quería irme, pero debía hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario